domingo, 5 de mayo de 2013

¿Y tú, para quién bailas?


¿Ya les conté que me gusta bailar? Creo que sí… bueno, pues ahora estaba en la clase de danza árabe. Una de las dificultades de aprender un nuevo baile popular es que con base a un ritmo para uno más o menos desconocido, se deben emular movimientos que fueron asociados a la música de manera natural por personas que posiblemente lleven toda la vida escuchando este tipo de cadencia. Así que al mismo tiempo hay que levantar el pie al ritmo, mover la cadera, sacudir los hombros, hacer figuras con las manos y por si fuera poco estar pendiente a los cambios en la música para hacer alguna variación de todo lo anterior. En general uno lo logra con unas cuantas sesiones de práctica, pero el esfuerzo hace que una termine con cara de pujido en vez de una bonita sonrisa de bailarina feliz. Es entonces cuando el profesor o profesora de danza (esto en cualquier danza) dice “también se baila con la cara, sonrían, pongan ojos coquetos, levanten el rostro”. Mi maestra de árabe nos lo recuerda bastante y de hecho está pendiente de cada una de nosotras y nos hacía la recomendación individual: “¡Eréndira, también se baila con la cara!”, y entonces una hacía el “esfuerzo extra” de sonreír. La clase pasada después de varios recordatorios individuales tuvo que explicarnos lo siguiente que fue de plano una revelación, cabe aclarar que la clase es sólo para que la tomen mujeres:
“Miren chicas, este como pueden ver es un baile muy sensual y como ven cada una está bailando para sí misma, entonces este baile se trata de seducir pero de seducirse a ustedes mismas. Así que véanse en el espejo, tiene que gustarles lo que ven y si se sienten seducidas es que lo están haciendo bien.”

Todas nos miramos y sonreímos a nosotras mismas, algunas hasta nos acercamos al espejo para vernos mejor. Y entonces la magia comenzó, con esto de seducirse a una misma en mente (al menos para la que escribe) fue mucho más fácil mantener la postura, marcar mejor los movimientos y armonizarlos. Salí de la clase pensando en esta parte de la filosofía del baile oriental y no pude menos que imaginar otras aplicaciones. Sí, una conversación, los bailes en pareja, la seducción, el sexo, se tratan no sólo de uno@ mism@, pero seguramente también se tratan de un@ mism@. La verdad es que no podemos saber a ciencia cierta lo que nuestra pareja siente ni emocional ni físicamente, sólo podemos estar seguros de lo que nosotros sentimos, y si nos sentimos seducidos por nosotros mismos debe ser porque algo estamos haciendo bien. Por supuesto se entiende que no se trata de obtener placer a pesar del otro, si lo que estás haciendo te produce placer a ti pero daña a tu compañer@ entonces algo va mal,  un@ u otr@ tendrán que cambiar algo. Pero por ejemplo qué daño puede hacer el que un@ aproveche plenamente del disfrute que provoca en un@ mismo bailar una buena cumbia, aunque sepas sólo el paso básico y alguna vuelta tímida y aún si tu pareja desearía que fueras un profesional de la movida de bote: “Si lo que haces te seduce a ti mism@ es que algo estás haciendo bien”.

Así se crea un círculo virtuoso, como lo que haces te da placer, te dan ganas de intentarlo de nuevo y eventualmente mejorarás, tendrás más herramientas que te permitirán disfrutar mejor. Y es que aunque en teoría sepamos esto, para algunos (al menos para la que escribe) el “no importa el qué dirán” es una frase más fácil de decir que de poner en práctica. Lo que sí creo fuertemente es que podemos aprender a querernos a nosotros mismos lo suficiente para valorar nuestra propia opinión en una medida más justa. Por poner un ejemplo tal vez algo burdo, en el sexo que sólo se trata de dos personas (en general), lo que tú estás sintiendo cuenta, por lo menos, en un cincuenta por ciento, y no hay a priori una razón para pensar distinto.

Finalmente las chicas de la clase de árabe no vamos sólo para bailar en ese salón de estudio, sino para aprender pasos y llegada la ocasión de escuchar música oriental poder disfrutar mejor de los movimientos que realizamos; pero algo nos quedó claro, seducirnos primero a nosotras mismas es necesario para este aprendizaje. No pongamos pues toda la carga de disfrute en hombros del otro, seamos consientes de que atender nuestra propia sensación es valioso y necesario, aunque no se trate sólo de nosotr@s. Esto además nos sirve para sabernos responsables de nuestro propio disfrute, así si algo no nos gusta poder cambiarlo nosotros mismos, sin esperar tanto que los demás lo hagan por nosotros.

Por cierto he escuchado muchas veces la frase “no bailo porque nada más me sé como dos vueltas”. Dar vueltas es imprescindible sólo si eres un trompo o si quisieras ganar una competencia de baile por televisión, pero las mejores parejas para bailar, y esto lo digo de primera mano, no son las que giran sin parar sino aquellas en las que se nota el disfrute que les provoca el fluir del ritmo. La recomendación es pues, súbele a la música y antes de que cualquier otra cosa pase busca seducirte a ti mism@.

No hay comentarios:

Publicar un comentario