Seguimos con las reseñas de los artículo contenidos en la Revista Ciencia en su edición julio-septiembre 2012. Esta vez con el artículo escrito por la Dra. Olga Bustos que nos muestra datos señalando cuáles son las áreas de conocimiento que cuentan con mayor incursión femenina y detalla las diferencias entre los diferentes niveles del SNI a este respecto.
El texto
comienza mencionando que la educación superior sigue siendo un privilegio al
que solo accede una parte minoritaria de la población tanto en México como a
nivel mundial. También se hace hincapié en que la igualdad y equidad de los
géneros está estrechamente relacionado con los derechos legales de las mujeres
y se mencionan algunos instrumentos normativos para la lucha contra la discriminación
en el marco de defensa de derechos humanos. Por poner un ejemplo uno de los “Objetivos
del Milenio” (ONU) es eliminar las desigualdades entre mujeres y hombres en
todos los niveles educativos para el año 2015.
Por otro
lado se señala que a lo largo de la historia las mujeres siempre han generado
reconocimiento aunque esto no siempre se les ha reconocido, y aunque la
admisión de las mujeres a las escuelas de educación superior es reciente en
comparación a la antigüedad de dichas instituciones en los últimos años se ha logrado cierta equidad. Se dan algunos datos para
mostrar la evolución de la integración femenina a la educación superior a nivel
mundial, por ejemplo en 1960 las mujeres representaban un tercio de la
matrícula total para este nivel educativo, pero para el año 2000 constituían ya
el 50 por ciento y para el 2007 el 51
por ciento. Asimismo se señala que según datos de la UNESCO del año 2008 a
nivel maestría las mujeres representaban el 56 por ciento, para nivel doctorado en 44
por ciento y el 39 por ciento del personal de investigación.
El texto
refiere que debido a que vivimos en una sociedad patriarcal existe una división del trabajo donde las mujeres son asignadas
a las labores privadas de cuidados de la familia y mantenimiento del hogar, y
los hombres a las “tareas del mundo público” como el trabajo remunerado y la
educación formal.
Al hacer
el análisis a nivel nacional se muestra la incursión de las mujeres en los
distintos niveles académicos:
· A nivel posgrado se tienen datos similares, la mayor matrícula femenina se encuentra en las áreas de ciencias de la salud y de educación y humanidades donde incluso sobrepasa el 50 por ciento, mientras que áreas como ciencias exactas e ingeniería y tecnología las mujeres representan el 38 y 32 por ciento respectivamente.
· Respecto al personal de investigación según datos del SNI en 1984 (cuando se creó este organismo) las mujeres representaban el 19 por ciento, para el 2010 esta cifra se incrementó para alcanzar un 33 por ciento. Desglosando por niveles este último dato, se tiene que las mujeres representan el 40 por ciento en la categoría de Candidatos, el 35 por ciento para Nivel I, el 28 por ciento para Nivel II y finalmente el 20 por ciento para Nivel III. El texto desglosa estos datos también por áreas de conocimiento donde la menor participación femenina se encuentra en ciencias físico-matemáticas y de la Tierra donde las mujeres representan solamente el 19 por ciento (tomando en cuenta todos los niveles).
Después
se analiza la participación de las mujeres en los comités del SNI y se
encuentra que “En lo que atañe a los comités de evaluación o de acreditación en
diferentes instituciones, la participación de las mujeres es mínima, a pesar de
que muchas de las investigadoras cumplen ampliamente con el perfil requerido.”
Algunos datos que resaltan son que en el área de ciencias físico-matemáticas y
de la Tierra tuvo la representación más alta de mujeres en la comisión
dictaminadora de esa área (41 por ciento), pero la comisión evaluadora
contrasta marcadamente, al tener cero por ciento de mujeres; también aparecen con
cero por ciento las áreas de ciencias sociales y de biotecnología y
agropecuarias.
Basado
en los datos usados a lo largo el texto “se observa que siguen persistiendo
sesgos de género que obstaculizan la inserción de mujeres en cargos que implican
toma de decisiones”, así como un sesgo importante en cuanto a áreas de
conocimiento. Las recomendaciones que se dan para solucionar estos problemas son:
· Incorporar la perspectiva de género en las políticas educativas y tomar esto en cuenta para los planes presupuestales.
· “…establecer y poner en práctica políticas de acción afirmativa con el objeto de ir cerrando la brecha tanto en las áreas y carreras específicas donde el porcentaje de mujeres todavía no rebasa el tercio del total” como por ejemplo “ofrecer opciones en caso de que las estudiantes, durante la realización del doctorado, incursionen en la maternidad”.
· Reconocer que si bien implementar una perspectiva de género en las instituciones de educación superior es una tarea que requiere un arduo trabajo, se pueden establecer y lograr metas a corto, mediano y largo plazo.
Nuevamente
coincidimos con las ideas planteadas en este texto, aunque hacemos la aclaración
que las estadísticas que demuestran la equidad de género a nivel universitario
pueden ser engañosas ya que como mostraremos en otro artículo en este mismo
sitio, aunque las mujeres representen hoy día el 50 por ciento de la matricula
de este nivel una parte considerable no llega a ejercer los conocimientos
adquiridos, fallando así para esta población el objetivo educativo. Algo que me
parece muy importante señalar es que en el texto se menciona, en referencia a
la tercera de las recomendaciones en este escrito, que la UNAM cuenta ya con
una política de acción afirmativa respecto a las estudiantes de doctorado que
deciden ser madres, quiero mencionar a nivel personal que yo realicé mi
doctorado en la UNAM, en el Programa de Ciencias Matemáticas, pero nunca me
enteré de este tipo de acciones, y mi percepción es que mis profesoras tampoco
estaban enteradas pese a que me constan sus esfuerzos por buscar medios para
ayudar a las alumnas que tenían o estaban por tener hijos. Me parece de suma
importancia que se den a conocer al personal de investigación y a los alumnos tanto
los tratados a los que están suscritas las instituciones en materia de género
como las acciones que cada organización está llevando a cabo. En este mismo
sentido me parece que debería también haber un flujo de información a la
inversa, es decir, que una como alumna o trabajadora tuviera un espacio para
hacer saber sus necesidades.